Me tomo la libertad de robar este título a mi amigo Marc Chalamanch, pues él ha sabido ver a través de su mirada de arquitecto, un exterior sin barreras que se sostiene en plena sabana de Amboseli.
Los vientos arremolinados que caracterizan y dan nombre a esta región, atraviesan la simple estructura que alberga a un par de veintenas de niños que en sus modestos pupitres aprenden a leer y escribir. La naturaleza es sabia. Desde tiempos remotos se levantan estructuras que cobijan a la tribu masai (en principio nómada) de manera sencilla y rápida. Desde hace ya un tiempo, los problemas bélicos y los cambios climáticos les obligan a plantarse, cual vigorosos árboles, en el árido terreno que se les ofrece sin pedir nada a cambio.
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